Fragmento del discurso pronunciado en Buenos
Aires el 8 de abril de 1974, ante dirigentes sindicales argentinos y
latinoamericanos.
Todo este proceso ha sido posible merced a una
larga lucha. Hace treinta años que venimos luchando, pues las cosas, indudablemente,
no se pueden obtener en días. Hace muchos siglos, también, que la clase
trabajadora está luchando por obtener lo poco que ha podido alcanzar; sin
embargo, es evidente que deberá seguir luchando a fin de mantener las
conquistas logradas.
En todo este proceso la base fundamental es la
organización; sin ella, toda lucha es inútil; vale decir, sin organización, es
pelear prácticamente sin posibilidades. Esto lo digo yo, porque aquí hemos
alcanzado una organización que evidentemente no será perfecta, que no será la
ideal, teniendo en cuenta que muchos piensan de otra manera, pero lo indudable
es que dentro del proceso político argentino la clase trabajadora representa
uno de los pilares más fuertes y es uno de los factores más determinantes para
las decisiones de la comunidad. Y este ultimo aspecto, para aquellos que
trabajamos para las clases obreras, sabemos que es positivo.
En lo que se refiere a nuestros puntos de
vista respecto a la base continental, también tenemos nuestra idea. Pensamos
que, así como se construyen las pirámides, han de construirse las
organizaciones; es decir, hay que poner una base muy firme y, de ese modo, se
puede construir cualquier cosa. No creemos en lo que se pueda construir desde
arriba hacia abajo, sino que somos partidarios de una construcción de abajo
hacia arriba.
Anhelamos la integración continental
En ese sentido anhelamos la integración
continental, cosa que la historia nos está indicando y la evolución nos está
imponiendo. Fíjense que en este mundo de 3.500 millones de habitantes la mitad
está hambrienta. Ya estamos llegando a 4.000 millones y todavía hay gente que
se muere de hambre. ¿Qué ocurrirá dentro de 25 años, en el año 2000, cuando la
población del mundo sea de 7.000 u 8.000 millones de habitantes?
Indudablemente, en un mundo superpoblado y
superindustrializado como lo será el del año 2000, la crisis gravitará sobre
dos elementos fundamentales: la comida y la materia prima. Y ya se ha comenzado
a sentir el hambre hace rato, y la necesidad de materia prima ya comienza a
manifestarse violentamente. En consecuencia, esos dos elementos serán decisivos
para el mundo del futuro.
Las mayores reservas de comida y materia prima
del mundo están en Latinoamérica, y aquí nosotros ni hemos explorado el suelo,
ni hemos comenzado a producir lo suficiente para alimentar las necesidades del
mundo hambriento.
Nosotros tenemos 3 millones de kilómetros
cuadrados, y 2 millones son aptos para producir comida; sin embargo producimos
todavía una bagatela. Ese desarrollo silo llevan los demás países del mundo, y
si dejamos la comida y tomamos el concepto de la materia prima en toda la
América latina, todavía no hemos comenzado a destruirla, como lo han destruido
en otros territorios los grandes países superdesarrollados, que han creado una
tecnología que ha ido destruyendo al mundo y a su tierra.
Tenemos todavía todo eso que no se ha
destruido, y ya nos comienzan a decir que en el futuro debemos vender barata la
materia prima. Algunos dicen: "Si no, haremos sucedáneos". Yo les
pregunto si algún día van a fabricar una vaca o trigo sintético. . . pero la
política de los países superdesarrollados, que nos hicieron pagar sus
manufacturas, ha llegado con eso a destruir sus grandes reservas de materia
prima.
Los que ahora tenemos la materia prima somos
nosotros y es probable que los ricos del pasado sean los pobres del futuro y
nosotros, que éramos los pobres, pasemos a ser los ricos, porque tenemos lo que
ellos ya no tienen, que es la verdadera riqueza.
Una Latinoamérica desunida no se podrá defender
Claro que eso, que es nuestra esperanza, es
también nuestro peligro. porque la historia prueba que cuando los fuertes y
poderosos han necesitado esos dos elementos los han ido a tomar donde estén,
por las buenas o por las malas.
Una Latinoamérica desperdigada, como somos, no
se podrá defender. Nos van a quitar las cosas por teléfono. Entonces, ¿cuál es
el problema? Unámonos, organicémonos y preparémonos para defendernos. Me parece
que eso es fundamental y básico, en un mundo cuya evolución actual lo lleva a
la desaparición de todas las divisiones. ¿No está integrada Europa? ¿No está
integrada Sudáfrica? Asia también está integrada. Nosotros somos el último
orejón del tarro. Por otra parte, estamos desperdigados en pequeños países y
hacemos cuestiones entre nosotros con las fronteras.
Recuerdo que en una oportunidad en que
conversaba con el presidente de la última comisión sobre la defensa ecológica
de la Tierra, celebrada en Estocolmo, le pregunté: "Dígame, doctor, ¿qué
es lo más importante que usted aprendió allí?". El me respondió: "Dos
cosas fundamentales. Allí ya no se habló de los países. se habló de la
Tierra".
Ahí me di cuenta de lo tontos que han sido los
hombres. Seguramente, durante siglos se han muerto por millones para defender
unas fronteras que sólo estaban en su imaginación.
Evidentemente, el mundo marcha hacia el
universalismo; ahora vamos hacia esa etapa, porque los hombres se han dado
cuenta de que todos somos hermanos y que, si no nos ayudamos para subsistir,
vamos a morir todos. En este sentido, no hay término medio; los hombres
tendremos dos posibilidades: que la humanidad se muera de hambre o que el
hombre arroje la bomba de 100 megatones, hecho que también puede ser fuente de
solución, si la insensatez de los hombres no busca el otro camino para
solucionar el problema. Entonces, pensamos aquí que este aspecto es fundamental
y que por esa unidad, para que sea efectiva y real, debe empezar por los
pueblos. En realidad, ellos son los que deben tener ese sentido de unidad.
Las organizaciones sindicales deben ser la
base esencial para el logro de ese objetivo. En este sentido-, pienso que las
organizaciones obreras de todo los países latinoamericanos deberán proceder
como ustedes, es decir, deberán establecer conexiones a efectos de alcanzar esa
unidad. Si los trabajadores de América latina se unen, alcanzarán realmente su
destino. Si no lo hacen, las oligarquías, los poderes extraños, las burguesías
mismas, se alzarán con el santo y la limosna en poco tiempo. Una masa
latinoamericana organizada en sindicatos, unida y solidaria, es un freno para
todas esas ambiciones desmedidas.
Los trabajadores deben estar unidos
Por eso, compañeros, los felicito; esta
solución es posible siempre y cuando se establezcan conexiones entre todos los
trabajadores. Es-tos deben estar unidos, cualquiera sea el país en que vivan,
pues las fronteras ya van perdiendo su valor y el hombre debe comenzar a darse
cuenta de esa circunstancia. Dije antes que marchamos hacia un universalismo en
el que la tierra seré utilizada mediante acuerdos. Lógicamente, debemos estar
atentos, porque si el arreglo lo hacen los imperialismos, estamos lis-tos,
desde el momento que todo será para ellos y nada para nosotros. Por eso digo
que también nosotros debemos estar organizados y unidos. Hay un Tercer Mundo
que no obedece ni a uno ni a otro de los imperialismos dominantes, y ese Tercer
Mundo es grande.
El Tercer Mundo ya está en marcha
Recuerdo que en 1945 lancé por vez primera la
idea de un Tercer Mundo, es decir, la Tercera Posición. En aquella época
"no estaba el horno para bollos", en virtud de que había finalizado
la Segunda Guerra Mundial y los vencedores imponían condiciones. Pero han
pasado mes de veinticinco años y hoy las dos terceras partes del mundo pugnan
por colocarse en una Tercera Posición.
Cuando los imperialismos quieran imponernos
cómo habremos de organizarnos dentro de la Tierra, será necesario que en ese
Tercer Mundo haya una entidad que diga: "Señores: aquí las condiciones que
ustedes proponen son éstas; en cambio, las que nosotros proponemos son tales y
cuales". Entonces, cuando las dos terceras partes del mundo hagan sentir
su voz en una entidad organizada, los imperialismos van a entrar en razón.
Nadie se ha puesto nunca contra el mundo entero, y éste debe ser el camino que
tendremos que seguir.
Ese futuro no está tan lejano como algunos
creen; el siglo XXI lo tendremos dentro de 25 años y el año 2000, según lo han
predicho grandes hombres como Spengler, Stuart Mill, y otros grandes filósofos
que estudian estos problemas, será el año de las grandes soluciones o de las
grandes catástrofes. Dios quiera que sea lo primero, pero para que eso suceda
los hombres tienen que poner un poco de buena voluntad, unión, solidaridad, y
renunciar al egoísmo que siempre han practicado.
Si los hombres, en vez de empeñarse en luchas
y de haber practicado el estúpido egoísmo de los países y todas esas cosas, se
hubieran dedicado a resolver los problemas de la humanidad, hoy el mundo sería
otro. Se han gastado miles y miles de millones para oprimir a los pueblos. Vean
ustedes Vietnam, o Corea, por ejemplo. ¿Puede ser eso tolerable en nuestro
tiempo? Es decir, son cosas que verdaderamente hacen clamar al cielo; y si el
hombre es tan estúpido que sigue en esa tesitura, desgraciadamente, las ha de
pagar. Naturalmente que esto es injusto y no debe ser. Por eso sostenemos la
necesidad de una unidad latinoamericana que representa ese Tercer Mundo que ya
esta en marcha. No vayan a creer que no está organizándose. Ya se está
organizando, comienza a pesar y pesará cada día más, en la medida en que seamos
capaces de unirnos.
Llevar la unidad sindical a Latinoamérica
Por esa razón quiero cerrar mis palabras
agradeciéndoles esta visita y felicitándolos por la tarea que ustedes realizan,
que es mucho más trascendente de lo que ustedes se imaginan. Llevar la unidad
sindical a Latinoamérica es comenzar la integración del continente. Se integran
las ideas y los corazones, y ese trabajo es en el que hay que empeñarse.
Dios quiera que nuestros compañeros
trabajadores, que también están empeñados en esa misma idea, puedan
desenvolverse en todas partes para realizar estas reuniones de solidaridad y
que puedan preparar todas las soluciones para una Latinoamérica del futuro y no
de un futuro lejano, sino inmediato. Les ruego que lleven nuestro saludo a
todos los trabajadores de Latinoamérica y les digan que pensamos
entrañablemente para ellos y por ellos, de la misma manera que lo hacemos por
nuestros hermanos, los compañeros trabajadores argentinos. Para cualquier cosa
que ustedes necesiten, estamos a su disposición. Si desean visitar el país,
tienen todos los medios para hacerlo en la forma que sea. Aquí hay muchas cosas
que todavía se pueden ver, que las estamos arreglando un poquito para que
mejoren en el futuro, mediante nuestro trabajo y nuestro sacrificio.
Muchas gracias y buena suerte.
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